De vuelta (Fragmento)
—¿Quién entra
primero? —dijo Mark, quizá recordando lo fría que estuvo la última vez que nos
sumergimos.
Las calmas y
translúcidas aguas daban la impresión de ser un trozo de firmamento enclavado
en el herbaje.
Antes de dar el
salto, dimos un último vistazo al mago y nos despedimos de él.
Fue Jenny cogida
del brazo de abuelo Jonathan quienes tuvieron el honor de cruzar primero por el
mágico umbral, luego lo hizo Mark, y por último Alana y yo.
Nuevamente el
hormigueo recorrió mi cuerpo. Al emerger del otro extremo, el arrebol del cielo
de Fantasía se reflejó en las pupilas de nuestros ojos. Un poco más allá, el
granítico halcón nos aguardaba en la cumbre de la montaña. Sin embargo, esta
vez no estábamos solos, una delegación élfica también aguardaba por nosotros.
La alegría de vernos fue grande y mutua.
—¡Bienvenidos,
hermanos! —dijo Axil, desmontando y dirigiéndose a nosotros. Extendió los
brazos y colocó las manos en nuestros hombros; saludos que igualmente
correspondimos.
—Es bueno volver
—dije.
—Veo que traéis
a alguien más de vuestra familia —expresó el rey elfo, dirigiendo la mirada en
dirección de abuelo Jonathan—. Jonathan de Rockville... Es grande el placer de
veros otra vez.
Abuelo Jonathan
sabía saludar del mismo modo que lo hacían los elfos. En su rostro se reflejó
un semblante de alegría por volver a ver a sus viejos amigos en las tierras de
Fantasía. —Amigo Axil, han pasado largos años desde la última vez que te vi
—dijo abuelo Jona—, pero sabía que volvería a tu Tierra algún día.
Yo di un suave
codazo en el costado de Mark.
—Mira quien ha
venido también —le susurré, señalando con el mentón el lugar donde Aia se
encontraba. Inmediatamente, Mark, se alegró y se dirigió hacia ella. La alegría
de Aia fue recíproca pues, tan pronto lo vio acercarse, desmontó y lo atrapó
entre sus brazos apenas llegó. No mencionaré la pasión con que ambos se
besaron. Recordé las palabras de Mark sobre pedir la mano de la princesa cuando estuvimos en la
recámara de los dragones, y por lo que vi, no dudé que iba en serio.
—¡Oh!, veo que
una hermosa alianza puede surgir —dijo abuelo Jona al ver la escena romántica
entre Mark y Aia.
—Será la primera
después de incontables estaciones —replicó el elfo—. Pero ven mi viejo amigo,
vamos, subamos a las monturas que seguro estoy que deseosos del reposo estáis.
Kaleín y Emurk permanecían entre la delegación, y pronto vinieron a nuestro
encuentro.
—Saludos reina
Alana..., amigos míos —dijo Kaleín—. Vamos a palacio del rey Axil. Debéis
descansar y luego ponednos al día sobre vuestro éxito.
Tuve la
impresión que el regreso al palacio de Axil fue más rápido que cuando subimos a
la montaña al partir.
No habíamos
cruzado la entrada del castillo, y los sonidos de los tambores y las trompetas
anunciaban nuestro regreso. Al entrar por el portón, las multitudes élficas
montaron en júbilo. Estaban vestidos con sus mejores ropas y danzaban saltando
y girando con mucha alegría al son de los tambores, las cuerdas y los
instrumentos de viento, que anegaban el aire con hermosas melodías. Todo estaba
adornado con guirnaldas de flores, hojas primaverales y otros perifollos de
vistosos colores. Esa felicidad me contagió tanto que rompí el protocolo, salté
de mi unicornio e invité a Alana a hacer lo mismo. La tomé por la cintura y de
un salto cayó en mis brazos, y bailamos. Alguien nos colocó al cuello collares
de flores. No sabría decir cuánto tiempo bailamos. Mark y Aia, también bajaron
de sus monturas y se unieron a nosotros en el regocijo. No obstante haber roto
el protocolo, en los rostros del rey, sus generales y capitanes se manifestaban
la misma acogida de sus súbditos.
—Bueno, son
jóvenes, ¿qué más se podía esperar? —dijo abuelo Jonathan, apoyando sus dos
manos en la montura mientras levantaba los hombros—. Si yo tuviera su misma
edad, seguramente estaría haciendo lo mismo.
—No eréis un
hombre viejo, solo con más experiencia —respondió Axil. Repentinamente, Jenny
bajó del caballo y se dirigió a Kaleín, y le preguntó:
—¿Quieres...
bailar? —Kaleín miró a su alrededor, tal vez pensó que no era con él la
propuesta, y para asegurarse se señaló con el dedo índice—. Sí, es contigo —le
confirmó ella.
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