viernes, 13 de enero de 2017

Capítulo Tres

Reina Alana
(Fragmento)

Contemplaba a Alana; no solo era una elfo hermosa con su tez blanca como la nieve y su estrambótico cabello purpúreo metalizado; era una guerrera al estilo de Xena, “La Princesa Guerrera”, y al mismo tiempo tenía la esbeltez y gallardía de un cisne. Me di cuenta que sin querer me estaba enamorando de ella. Y me preguntaba si se valía enamorarse en estas circunstancias.
—¿No es hermosa a pesar de ser una bruja? —dijo Mark.
Lo miré por un segundo mientras seguíamos andando.
—Ya me lo habías dicho —le reproché sin saber por qué motivo me sentía molesto—. Y sus orejas se parecen a las del Sr. Spock —le recordé de forma fría lo siguiente de su observación.
Él no dijo nada, únicamente se limitó a sonreír.

Luego de llevar varias horas, en que me sentía agotado ya, Alana hizo una señal con la mano indicándonos parar.
—¡Callados, hemos llegado! —murmuró en tanto se ponía al resguardo de un vetusto árbol derribado por el tiempo, y nos hacía una nueva señal para ocultarnos junto a ella—. Allí están... ¿Los ven?
Asomamos un poco la cabeza por encima del tronco. Yo no logré ver lo que Alana observaba.
—No veo nada. —Mark me quitó las palabras de la boca.
Veíamos en dirección a un pequeño claro, en el fondo de una hondonada, como a cincuenta metros de nosotros.
—Ya entiendo —dijo Alana.
Tomó el morral que siempre llevaba con sigo, hurgó rápidamente en su interior y extrajo un diminuto objeto: una cápsula seca de una planta. La separó en dos partes —algo así como un pomo.
—Tengan. Úntense esto en los ojos —estiró el brazo con la cápsula en la mano.
Como permanecía más cerca de ella, tomé la cápsula primero. Contenía una pomada color verde limón. Metí el dedo índice y lo embadurné de la sustancia grasosa, luego le entregué el pomo a Mark.
—¿Adentro o alrededor de los ojos? —interrogué.
—Adentro..., tan solo un poco. No teman, no les dolerá —aseguró la elfo.
Ella se pasó el arco por delante, preparándolo para el combate, montando en él una flecha.
Mark cerró el depósito y se lo retornamos a Alana. Inmediatamente, tal como lo indicó ella, nos echamos la pomada.
—¡Maldición! —fruncí la cara, apretando los párpados preso del dolor—. Dijiste que no dolería.
—¡Me has dejado ciego! —gruñó Mark, intentando limpiarse los ojos llorosos—. Eres un duende traidor y malo.
—No me insultes, hombre —renegó Alana—. Si me vuelves a decir duende, te dejaré verdaderamente ciego.
El dolor duró tan solo unos segundos.
—¡Miren ahora! —indicó—. Verán lo que los elphus podemos ver.
Así lo hicimos. Primero se materializaron como simples siluetas transparentes, posteriormente comenzaron a surgir más detalles.  Ante nuestros ojos, y confundidos con el entorno, fuimos vislumbrando un grupo de veinte a treinta criaturas con aspecto temible. Los filmes del cine y la televisión no diferían en mucho de estos originales.
—¿Son los orcos? —murmuró Mark—. ¡No creí que fueran tan feos!
—¡Cállate, no hables mucho! —le ordené temiendo ser escuchado por aquellas cosas—. ¿Dónde está Jenny?
—Debe estar con ellos... Pero no la veo —respondió la elfo—. Aquí vienen mis hermanos.
No supe en qué instante, varios elfos, se apostaron junto a nosotros; no los escuché venir.
—Alana —dijo el que parecía ser el líder de la facción—. La humana ya no está con ellos, se la han llevado.
Alana me miró a los ojos. No comprendí qué tan serio resultaba eso.
—¿No la han perdido de vista, Kaleín? —le preguntó al recién llegado.
—Emurk y diez más les siguen las huellas —respondió Kaleín—. Pero han dejado a estos. Parece que llevarán el cristal al Valle Negro.
—¿Y la joven humana?
—Van rumbo al Laberinto de los Espejos —dijo Kaleín—. Tú decides por quién vamos primero, Alana —la elfo volteó nuevamente a donde estábamos Mark y yo—. Vamos por la chica humana —decidió Alana sin tomar mucho tiempo para pensarlo—. Si no la recuperamos ahora, no la volveremos a ver nunca.
Nos deslizamos fuera del alcance de la horda de orcos, evitando así nuestra primera confrontación con ellos.
Corrimos tan rápido como nuestras piernas nos dejaban, pero nada parecía igualar la fortaleza de los intrépidos elfos.
—¿Has visto a ese tío, el elfo Kaleín? —me preguntó Mark, mientras seguíamos corriendo.
—Sí, ¿qué hay con él? —respondí mientras jadeaba.
No tenía muchas ganas de conversar porque me sentía frustrado y de tanto correr el aire me faltaba.
—¿Sabes a quién se parece?
Pensé unos segundos.
—¿A Keanu Reeves? —sonreí para variar un poco.
Mi hermano también sonrió.

Aunque Alana podía ir a la cabeza del grupo, sitio que le correspondía por ser la lideresa, según entendí, quiso quedarse junto a nosotros.
—¿Por qué no los atacamos y recuperamos ese cristal? —interrogué.
—Aunque estamos en nuestros dominios —aclaró Alana—, nos habría tomado tiempo vencerlos. Los orcus y los troll son feroces y sanguinarios guerreros y no les importaría morir si lo hacen peleando. Además, por ahora, es más importante recuperar a tu hermana... Luego iremos en busca del cristal.
—Quería saber, además, ¿qué es el Laberinto de los Espejos? Escuché cuando lo mencionaron, y que llevan a Jenny para ese lugar.
Trataba de no perder el paso de Alana; con esfuerzo, y por el momento, lo estaba logrando. Me pareció que, a pesar de todo el trabajo realizado, no me sentía tan agotado; aun podía dar más.
—Ellos saben que ustedes la seguirían a cualquier lugar con tal de salvarla, incluso hasta los rincones más perdidos del espacio y el tiempo —al explicarme su rostro permanecía sombrío—. El laberinto ha sido creado por los magos renegados para perder a todos los de su estirpe que estén en su contra, pues tienen prohibido destruirse entre ellos... Los espejos del laberinto cambian de posición cada cierto tiempo, y cada combinación de ellos es capaz de enviarte a un universo y tiempo diferente... Para que puedas regresar, los miles de espejos deben estar combinados de la misma manera en que estaban cuando te fuiste, de lo contrario te enviarán a otro lugar.  Hasta ahora, nadie ha regresado. Como los magos no pueden matar a los hombres, sino solamente engañar sus sentidos, decidieron deshacerse de vosotros de esta manera para evitar que intervengan. Ellos conocen de nuestros planes; saben sobre Arthura y lo que pretendemos. Saben que una vez Arthura esté en nuestras manos, sus días estarán contados.
Entonces Kaleín se aproximó a Alana, interrumpiendo la conversación.
—Uno de los elphus de Emurk ha venido y dice que el campamento orcus está a la vista —informó—. La humana está con ellos. Además, llevan tres troll con armaduras de coral como refuerzos.

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